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La mafia de los Celulares.

No tengo un Blackberry ¿y qué con eso?

La vida moderna y la necesidad inminente de estar comunicados,  han hecho que de nuestras manos surjan nuevas prolongaciones de diversos modelos y funciones ilimitadas. Esas pequeñas cosas que de cariño les llamamos celulares y que algunos ahora llaman bebés (blackberries). Como todo en la viña del señor, estas diminutas maravillas tecnológicas, son susceptibles a ser parte de un tráfico debido a que se trata de un producto altamente adictivo y que genera (hablando en términos drogadícticos) tolerancia y dependencia: tolerancia porque cada vez necesitamos más y dependencia porque nos son indispensables ¡Y sí sabremos de esas cosas del tráfico en el país del sagrado corazón o Sacre Coeur.! En estas líneas hablaré sobre la mafia de los celulares.

Deberían existir penas más duras para quienes trafican con estos elementos, ya que, al convertirse en una prolongación de la mano, el tráfico con los celulares, podría recibir el mismo tratamiento legal que el de órganos. O peor, porque es un producto de consumo masivo. A ver, no podemos ir a una tienda y pedir un riñón, bueno, sin exagerar; pero tampoco podemos ir a pedir una mano, o un dedo, cosa que si podemos hacer con los celulares. Las grandes compañías gradualmente nos fueron endulzando el oído (y la mano) literalmente. Si la iglesia católica fuera una mafia cuya casa matriz está en el vaticano; la santa sede de los teléfonos móviles se la estarían peleando duro y parejo NOKIA, Sony Ericsson, Blackberry y hasta el mismísimo Steve Jobs con su iPhone.

Antes, este tipo de aparatos solo servían para hacer y recibir llamadas. Ahora, existe una aplicación para casi cualquier cosa que se nos ocurra. Por ejemplo,   Penny (cuyo apellido no ha sido revelado antes del cierre de esta edición), con la ayuda del Dr. Sheldon Cooper; estuvieron desarrollando una aplicación para celular en la que, al tomarle una foto a un par de zapatos, te dijera el modelo y sitio donde los podías comprar. Eso, para no extenderme en prosa hablando de la infinidad de aplicaciones (algunas muy ridículas) existentes para los teléfonos móviles.

Para poder hacer un correcto análisis de esta situación, tenemos que ir  un poco más atrás en el tiempo porque este problemita es un legado que data del siglo XIX. El gran capo de todas estas mafias tuvo su origen en Edimburgo el 3 de marzo de 1847. Sí, el mismísimo Alexander Graham Bell, inventor y colega de quien escribe. El señor Bell fusiló un invento previo hecho por el señor Antonio Meucci. Bell fue vivo, porque no se inventó el teléfono (o como lo llamó Meucci: Teletrófono) pero lo patentó. Este, Bellsito, fue quien mostró al mundo este opio acústico del cual muchos somos dependientes. Es su culpa, ahora gran parte de la población mundial anda embrutecida con los smartphones, especialmente con la niña de los ojos en la familia de los teléfonos inteligentes, o más comúnmente conocida como Blackberry, que nada tiene que ver con la ganadora del oscar y record guiness del discurso más largo en la entrega de los mismos, Halle Berry; o la pintoresca cantante dotada de una cavidad nasal importante,  Rachel Berry. Esta niña es mala (si no ¿por qué el Black de la berry?) y consume la vida de quienes le poseen. Lo curioso, es que la Blackberry, en realidad es quien posee a su usuario. Si no, hay que ver como en los eventos  sociales, quien recibe la mayor parte de la atención es esta criatura que bien podría ser la protagonista de la nueva película “La profecía”. Señores de Hollywood, ahí les dejo la inquietud. Ustedes estúdienla.

Como ven, la industria de la telefonía fue una cosa mal gestada, mal habida. Con toda razón los carteles de los celulares y las luchas de poder entre las tiendas de la calle 13 y el resto de las pequeñas tiendas en la ciudad de Fríocity. Esto ya es la ley del monte cuando de telefonía móvil se trata. Lo peor, estamos tratando con una entidad cuya vida útil se reduce al primer cambio de batería o primer mantenimiento correctivo o intervención quirúrgica.

Mi encuentro cercano con la Cosa Nostra celular.

Camino a casa, estuve buscando un centro de servicio en el que pudiera hacer revisar mi teléfono móvil. No es lo último en guarachas, pero lo necesitaba, ya que en breve planeo salir del país y necesito un teléfono con las bandas abiertas para poder utilizar un chip de cualquier operador. El tema, es que el minúsculo aparatejo, tenía un inconveniente que se convertía en varios: no cargaba al conectarse con el adaptador de corriente. Por ende, esa minucia, repercutía en otras cosas más, como por ejemplo que el teléfono no encendía y su razón de ser queda reducida a convertirse en un lindo y caro pisapapel. En la pesquisa de un lugar donde le pudieran brindar los primeros (segundos y hasta terceros) auxilios a mi teléfono, encontré de todo. Llovía, los transeúntes gritaban a todo pulmón recordándole al señor conductor de aquel bus verde, que en algún lugar del universo estaba su progenitora y que, según los comentarios de los presentes en la escena, la señora se dedicaba a la vida alegre. Pero bueno, no me quiero ir por las ramas ¿En qué iba? Ah sí. Bueno, encontré de todo.  En el primer lugar que entré, me dijeron que el arreglo requería de un cambio de pieza completo y que eso costaría un platal. Le pregunté al técnico si no había otra forma distinta a amputar y hacer un implante o poner una prótesis. Me dijo que no. Como ya sabía que el problema del celular eran un par de puntos de soldadura, le dije al técnico que me parecía exagerado lo que proponía; que era como si él tuviera una uña encarnada que le duele y que el médico optara por arrancarle el dedo. Se ve que llegué al fondo de su corazón (o su estómago) a juzgar por la cara que puso.

Indignado, encaré mi travesía bajo la lluvia, buscando un nuevo oasis para mi desértico problema de comunicación. Quedé admirado:  en menos de dos cuadras, había seis centros de  servicio técnico; que más parecían los locatel de los teléfonos, pues no te los reparan, pero te venden algo que minimiza el problema. Harto y con el agua hasta los tobillos (literalmente hablando) había desistido en arreglar el celular y ya estaba seduciéndome la idea de tener entre mis manos uno de esos aparatos del demonio que te consumen la vida. Pero es que hasta lindos son, y fáciles de manejar. Ni siquiera son caros. Es que son peores que la droga, porque ni te das cuenta en lo que te estás metiendo. Al principio surten un efecto placebo que gradualmente se va volviendo alucinante.  Justo una cuadra y media antes de llegar a casa, encontré un sitio que sí tenía toda la pinta de laboratorio técnico y que en ese lugar, en efecto, se dedicaban a reparar y no simplemente a poner implantes o prótesis. Así pues, me revisaron el teléfono, pusieron el par de puntos de soldadura que eran requeridos, probaron el celular y listo, cargaba. El arreglo costó la tercera parte de lo que costaba el implante.

Una vez en casa, me dispuse a conectarlo a la fuente de energía, con tan mala suerte que no reconoció el cargador. Ahí me di cuenta que, definitivamente, se trata de una mafia que te impulsa a cambiar de terminal de comunicación. En conclusión, terminaré por comprarme un blackberry, por comunicarme a través del PIN, por dejar de juntarme a cenar con amigos y en su lugar, reunirnos por el WhatsApp y ver crecer a mis sobrinitos visitando el álbum de cargas móviles en el perfil de Facebook de mi cuñado. Si no puedes con el enemigo, únete a él. Desde hoy, oficialmente ¡amo los smartphones!

*** Nota al pie, soy gran admirador de Graham Bell. Cualquier comentario hecho sobre él no es más que sarcasmo y humor negro***

Oak Schengen.

Acerca de Forastero itinerante

Amante de las palabras, habladas y escritas; quien solo quiere mostrarle al mundo su punto de vista, el de uno de los 6 billones de habitantes que hay en el globo. Consciente de que las palabras son la mejor forma de perpetuar, se dedica actualmente a narrar hechos que acontecen en su vida, siempre con un tinte de humor sátiro pero inofensivo. Ha dedicado su vida (o parte de ella) a conocer el mundo de todas las formas posibles. Su recorrido por el mundo, ha marcado y definido su estilo de escritura. Actualmente reside en la ciudad de Monterrey, Nuevo León MX.

3 Respuestas a “La mafia de los Celulares.

  1. Peter Seiryuu ⋅

    definitivamente como dices, si no puedes con ellos, úneteles…
    yo también adquiriré una BB porque la publicidad que ponen en los cines de aquí es muy buena jajaja 😛

  2. Cuando miro a profundidad su articulo, veo que pasa por alto un tema importantísimo en la vida de los celulares ´´ La Bateria´´, Cabe decir que desde luego falta mucha más informacion sobre el tema que voy acotar, considero que no es conocido por el autor de este articulo y los demas usuarios de telefonos celulares,Aclaro que no culpo a nadie por desconocer dicho tema; el Coltan es un mineral que se utiliza para la fabricacion de las Baterias de los Celulares, es conocido como el oro negro, y gracias a el millones de personas gozan del invento del señor Bell, Lo que hay que mirar a fondo es como diablos el Coltan entra a este mundo del trafico y la mafía, me gustaria complementar su articulo señor Forastero Itinerante.

  3. Mira que creo que va a ser la primera cosa que voy a comprar allá… me cansé de luchar contra el sistema jejeje!

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